hoy no deberíamos salir

7 ago 2015

Todavía hace frío, no llueve pero la amenaza se dibuja, esgrime una advertencia. Gris, todo gris, todo es niebla de plata y yo me escondo entre las sábanas. Hoy no deberíamos salir—te digo al oído y sonrío. Besos de narices frías, pies que buscan calor. Nos enredamos entre las mantas, oscuridad iluminada por las chispitas, electrones que escapan y nosotros que nos queremos quedar.

Decidís romper con el embrujo de los tres grados y hacés café para dos. Sabés que solo lo tomo con leche y chocolate, costumbre de nena que vos consentís. Te acostás de vuelta, tostadas con mermelada mediante. Así me contás el sueño que tuviste y resulta ser algo de un etéreo desfile de fantasmas pasados: tu vieja, el vecino de tu casa de antes, tu profesora de historia, etcétera etcétera.

Te reís sin miedo, anécdotas de por medio y la historia de mi primer beso. Lees los titulares del diario: coincidimos en que el mundo es un lugar dulcemente caótico. Vivimos en una cadencia de ajedrez, y nosotros, felices peones en el tablero: todo sucede en otro lado, años de distancia y rostros sin nombre. Los días pasan vagos, la eternidad es un destello que juega a nuestro favor. Perdemos el tiempo contando nuestros latidos; mirando las manchas de humedad de la cocina; planeando viajes interestelares, temporales, submarinos.

La lluvia tiembla junto a la ventana. Cae como en parpadeos, ahora sí ahora no, ahora sí. Tímida, quiere ser pero teme. Teme a dejar de ser lluvia, húmeda y agua. El viento recrudece, quizá silba, quizá murmura. El nudo intenta deshacerse, lucecitas y explosiones, Navidades de bolsillo. No salga sin su paraguas, no salga, no salga…

Te quiero y me hacés pensar en glíglico, en las casualidades de se-te-cayó-el-libro. Te quiero y las palabras son efímeras, torpes, faltas de significado. Te quiero y pretendo disimular el brillo en mis ojos. Te quiero y… (que continúe, que no lo haga, que sí, que no). Es sencillo, es querer por inercia y por querer. Es capricho, es necesidad, es complemento. Nos encontramos, nos reconocemos en el rostro del otro, hermanados en el deseo, besos cómplices.

Es domingo, encierro voluntario (no salga, no salga) y nos recetamos descanso: la temeridad no es lo nuestro. Vos recorrés con tu dedo mis lunares-constelación, en busca de una galaxia desconocida. La radio está prendida, suena alguno de tus discos. Somos felices, nido de mantas, calor del hogar-departamento. Solo necesitamos la promesa implícita de más días así: lluvia despeinada, besos en la piel desnuda, historias desterradas, pies que caminan descalzos. Hoy no deberíamos salir…

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