Todavía hace frío, no
llueve pero la amenaza se dibuja, esgrime una advertencia. Gris, todo gris,
todo es niebla de plata y yo me escondo entre las sábanas. Hoy no deberíamos
salir—te digo al oído y sonrío. Besos de narices frías, pies que buscan calor.
Nos enredamos entre las mantas, oscuridad iluminada por las chispitas,
electrones que escapan y nosotros que nos queremos quedar.
Decidís romper con el
embrujo de los tres grados y hacés café para dos. Sabés que solo lo tomo con
leche y chocolate, costumbre de nena que vos consentís. Te acostás de vuelta,
tostadas con mermelada mediante. Así me contás el sueño que tuviste y resulta
ser algo de un etéreo desfile de fantasmas pasados: tu vieja, el vecino de tu
casa de antes, tu profesora de historia, etcétera
etcétera.
Te reís sin miedo,
anécdotas de por medio y la historia de mi primer beso. Lees los titulares del
diario: coincidimos en que el mundo es un lugar dulcemente caótico. Vivimos en
una cadencia de ajedrez, y nosotros, felices peones en el tablero: todo sucede
en otro lado, años de distancia y rostros sin nombre. Los días pasan vagos, la
eternidad es un destello que juega a nuestro favor. Perdemos el tiempo contando
nuestros latidos; mirando las manchas de humedad de la cocina; planeando viajes
interestelares, temporales, submarinos.
La lluvia tiembla junto
a la ventana. Cae como en parpadeos, ahora
sí ahora no, ahora sí. Tímida, quiere ser pero teme. Teme a dejar de ser
lluvia, húmeda y agua. El viento recrudece, quizá silba, quizá murmura. El nudo
intenta deshacerse, lucecitas y explosiones, Navidades de bolsillo. No salga
sin su paraguas, no salga, no salga…
Te quiero y me hacés
pensar en glíglico, en las casualidades de se-te-cayó-el-libro. Te quiero y las
palabras son efímeras, torpes, faltas de significado. Te quiero y pretendo
disimular el brillo en mis ojos. Te quiero y… (que continúe, que no lo haga,
que sí, que no). Es sencillo, es querer por inercia y por querer. Es capricho,
es necesidad, es complemento. Nos encontramos, nos reconocemos en el rostro del
otro, hermanados en el deseo, besos cómplices.
Es domingo, encierro
voluntario (no salga, no salga) y nos
recetamos descanso: la temeridad no es lo nuestro. Vos recorrés con tu dedo mis
lunares-constelación, en busca de una galaxia desconocida. La radio está
prendida, suena alguno de tus discos. Somos felices, nido de mantas, calor del
hogar-departamento. Solo necesitamos la promesa implícita de más días así: lluvia despeinada, besos en la piel
desnuda, historias desterradas, pies que caminan descalzos. Hoy no deberíamos
salir…
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