Todo se trataba del
aire. Caminatas por la mañana en el centro, los cafés, la gente apurada en su
rutina de provincia que no se quiere aporteñar. No nos queremos acordar, nos
perdemos entre las callecitas que pretendemos no conocer, otros árboles que disfrazan
otro cielo. Son las tres de la tarde y callate porque la gente acá duerme la
siesta, vos te reís. Hace calor, una plaza, dos pares de ojos que se miran.
Quizá esto sea la felicidad.
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