Mirá, acordate de la
calle Gutiérrez, nosotros íbamos en un micro y vos me abrazabas. Tocabas mi
mano y estábamos bien, no importaban los kilómetros, nos habíamos extrañado. Yo
apoyaba la cabeza en tu hombro, te escuchaba respirar. Nos reíamos, te reías de
mi ciudad a oscuras, yo imaginaba el desierto y las montañas. No importaba. Las
caras tan cerca, dedos que se enredan… Aprovechábamos las horas, nosotros nunca
supimos despedirnos.
Te señalo los negocios,
te cuento historias de cada lugar. Vos jugabas con tu amigo, se pasaban las
valijas, era tarde y hacía casi frío. Era marzo, un verano que se terminaba, yo
que soñaba con empezar. Estábamos perdidos, nunca fui tan extranjera acá. De
alguna forma, vos, forastero, sabías el camino. Ellos querían ver zapatillas,
nosotros queríamos estar. Y solos –en ese mundo de gente- nos miramos porque el
tiempo ahí no corría. Tu boca que se acerca, momento cúlmine, final. Yo me
alejo, acto engañoso, creo una distancia. Algo se quiebra. Vos ya no volvés. Y
qué hago recordando todas las cosas, las charlas tardísimas y los instantes
recorridos.
No hay comentarios :
Publicar un comentario